miércoles, 4 de abril de 2012

Pulmones dañados

La piel del océano es un gran bazar donde la atmósfera y el agua intercambian todo tipo de elementos. En esta frontera tiene lugar la evaporación del agua y la disolución de los gases de la atmósfera. Entre ellos, el CO2 y el oxígeno, fundamentales para comprender el clima y el proceso de cambio global al que estamos asistiendo. Los océanos han funcionado como grandes sumideros de gases de efecto invernadero. Se calcula que son los responsables de atrapar el 42% del CO2 emitido por la humanidad entre 1750 y 1994. Además, realizan la mayor parte de la fotosíntesis del planeta, hasta el punto de que dos de cada 3 moléculas de oxígeno que llegan a la atmósfera proceden de los océanos.

Sin embargo, esta absorción de CO2 no es un regalo de los mares: como todo, tiene su coste. Por un lado, afecta a la acidez del agua y a los seres vivos que la habitan; pero además, se sabe que la capacidad para capturar CO2 se está debilitando. No solo eso: se teme que el proceso podría invertirse, llegar a un punto en que los océanos empezasen a liberar gases de efecto invernadero a la atmósfera. Es el caso de algunas zonas del océano analizadas por la Expedición: en el desierto del giro subtropical Sur, donde se encontraron valores muy elevados de CO2, el océano es ya una fuente de dióxido de carbono.

Uno de los científicos del CSIC a bordo de la Expedición Malaspina, Antonio Fuentes, decía que: “El verdadero pulmón del planeta no es el Amazonas, sino los océanos”. Además de estudiar la biodiversidad, el gran objetivo de la Expedición Malaespina es evaluar el impacto del cambio climático en los oceános. Su viaje alrededor del mundo se hace imprescindible para que no nos cueste cada vez más respirar.

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