De acuerdo con este estudio, entre las 100 plantas de la UE cuya contaminación resulta más perjudicial hay cuatro españolas. Se trata de la central térmica Litoral de Almería, en Carboneras (que ocupa el puesto 57 en el ranking de la UE); la central térmica de Aboño, en Gijón (puesto 70); la central de As Pontes, en A Coruña (puesto 83); y la planta de Arcelor en Avilés (89). En el conjunto de la UE, la contaminación atmosférica procedente de las 10.000 mayores plantas industriales en territorio comunitario cuesta entre 102.000 y 169.000 millones de euros, es decir, entre 200 y 330 euros por europeo de media en 2009. La mitad de este coste lo causan sólo las 191 instalaciones más contaminantes, principalmente productoras de electricidad. Los costes se han calculado utilizando los datos de emisiones proporcionados por las propias plantas. Alemania, Polonia, Reino Unido, Francia e Italia, donde se localiza un mayor número de grandes plantas industriales, son los países que más contribuyen a estos daños. No obstante, si se tiene en cuenta la productividad, las emisiones de Bulgaria, Rumanía, Estonia, Polonia y República Checa resultan más importantes. Las emisiones de CO2 son las que más contribuyen al coste total, aproximadamente 63.000 millones en 2009. Otros contaminantes atmosféricos que contribuyen a la lluvia ácida y pueden provocar problemas respiratorios, como el dióxido de azufre, el amoniaco, las partículas y los óxidos de nitrógeno causan un daño medio de entre 38.000 y 105.000 millones de euros al año
El artículo evalúa el efecto de ambos factores sobre la extinción o la repentina disminución de las poblaciones de seis tipos de grandes mamíferos. Para ello, el equipo de investigación ha analizado 846 secuencias de ADN mitrocondrial, 2.996 restos de megafauna y 6.291 residuos de asentamientos humanos de aquella época en Eurasia para establecer la relación espacial y temporal entre las poblaciones humanas y las de dichos animales. Esta información se ha contrastado, a su vez, con los modelos climáticos de hace 42.000 años, 30.000 años, 21.000 años y 6.000 años.
De las variedades evaluadas, cuatro de ellas están actualmente extintas y corresponden al rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis), al mamút lanudo (Mammuthus primigenius), al bisonte estepario y al tarpán. El resto de las especies analizadas algún conservan poblaciones vivas y corresponden al caballo doméstico (Equus caballus), al reno (Rangifer tarandus), al buey almizclero (Ovibos moschatus) y al bisonte americano (Bison bison).
Foto 1: Recreación de la región de Beringia en el Pleistoceno/ George Teichmann. Foto 2: Rinocerone lanudo/ Laura Saila. Foto 3: Ilustración de un paisaje del Pleistoceno / Mauricio Anton |
Los resultados atribuyen la extinción del tarpán y del bisonte estepario a la combinación de los dos factores debido a que los restos de ambas especies son los más abundantes en las regiones de asentamientos humanos. Aunque el inicio de sus declives coincide con el último máximo glacial, estos muestran un decrecimiento acelerado que se ajusta a la expansión de las poblaciones humanas hace unos 16.000 años.
Por su parte, la distribución del reno también coincide con los asentamientos prehistóricos y su declive, con el último glacial máximo. Sin embargo actualmente la especie ni siquiera se encuentra amenazada de extinción, lo que, según el artículo, “podría explicarse debido a su alta fecundidad y su flexibilidad ecológica”.
Víctimas del clima
Las poblaciones de mamút y rinoceronte no sólo no se vieron afectadas por la presencia humana, sino que aumentaron entre cinco y diez veces al menos 10.000 años después de su primer contacto con humanos. La población de buey almizclero no mantuvo relación con los hombres, sin embargo, al igual que el rinoceronte, descendió súbitamente tras la última glaciación máxima. Por el contrario, la extinción del mamút sigue siendo un misterio ya que su población continuó aumentando tras el evento climático, hasta desaparecer de forma repentina.
Leonard explica: “Los resultados son especialmente oportunos ahora que intentamos determinar como el actual cambio climático afectará a la fauna”. Sin embargo, “los resultados indican que cada especie reaccionó de forma diferente, por lo que la ausencia de un patrón común complica la conservación de especies”, concluye la investigadora del CSIC.
El trabajo ha sido dirigido por el investigador de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), Eske Willerslev.
- Eline D. Lorenzen et. al. (2011). Species-specific responses of Late Quaternary megafauna to climate and humans. Nature. DOI: 10.1038/nature10574